Temporada 2021 Estela Medina

Reconocimiento a la gran actriz uruguaya

La Temporada 2021 de Sala Verdi rendirá homenaje a Estela Medina y no encontramos mejor manera de describir su destacada trayectoria artística que citando  palabras de Jorge Abbondanza, gran crítico recientemente desaparecido.

 

Tesoro nacional viviente

… Con una primera aparición escénica registrada en 1950, como “amiga de la señora Montesco” en la versión de Romeo y Julieta montada con gran aparato por la Comedia Nacional, la actriz ha seguido desde entonces al pie del cañón: un largo medio siglo de ejercitación de su oficio, que fue creciendo desde papeles fugaces y composiciones juveniles hasta una veloz plenitud. Quien conozca su obstinado perfil bajo, su incurable timidez, la dulzura de su trato y las sonrisas ruborizadas con que recibe cualquier elogio por culpa de una porfiada modestia, sabe que hay poca relación entre la Estela real y la artística.

Porque cuando trepa al escenario, esa paloma se convierte en un halcón. Junto con una estampa erguida y un paso desafiante, Medina dispone de la artillería de su voz, que en los trechos de emoción baja hacia sonoridades oscuras y retumbantes con las que ha embrujado a sucesivas oleadas de oyentes. Sobre esas declinaciones opera un amaneramiento, una manera de sacar partido de su privilegiado instrumental acentuando una ondulación y prolongando un remate, hasta lograr efectos que varias colegas de generaciones posteriores han tratado de imitar. Pero —ya se sabe— esas armas son únicas y confieren a Estela un sello de doble filo: haga lo que haga, no puede eludir su timbre identificatorio, que a esta altura ya es inseparable de su divismo, y por otro lado resulta una herramienta de tal poderío que termina por canibalizar al ejemplar humano que le sirve de vehículo. La paloma es devorada por el halcón.

Gente memoriosa puede recordar el rendimiento de la actriz dentro de la Comedia Nacional (Cardenal de España, Voces de la gesta, María Estuardo, Burlador de Sevilla, Fedra) y fuera del elenco oficial (La Dorotea, Retablo de vida y muerte, Cuarteto) para abarcar así todo su calibre y un virtuosismo que le ha permitido navegar entre épocas, géneros y estilos muy dispares, pero imponiéndoles siempre su imán. Mujer de cara radiante, Medina ha ido enriqueciendo con los años una máscara de notable expresividad que ahora ya no deja colgada en el camarín: su rostro en plena calle parece tan iluminado (y en cierto modo tan poético) como en la escena, quizá porque lo domina no sólo un gesto de largo alcance sino también una palidez teatral que ha ido acentuándose bellamente con el paso del tiempo. Aunque transportada en vida por la paloma, esa máscara es legado del halcón.

Los japoneses saben recompensar en tiempo y forma a sus artistas eminentes. Los designan con el título oficial de Tesoros Nacionales Vivientes, distinción que recae en músicos, escritores, plásticos, actores, directores y artesanos consagrados. El nombramiento va acompañado de una generosa asignación en dinero, demuestra que ciertos homenajes son un acto de justicia y de paso sirve para que una opinión pública no siempre enterada aprenda a conocer los talentos de primer orden. Por derecho propio, algunos uruguayos como Estela también son tesoros vivientes: sería bueno inventar en este país una designación capaz de recompensar a esa gente fuera de lo común en variados terrenos de actividad, aunque una paloma como Medina pueda quedar azorada si se lo proponen.

 

Fragmento de una columna publicada en el diario El País.
Tomado de https://estelamedina.webs.com/

 

 

 

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